ACEPTACIÓN Y RECHAZO EN LA ETAPA DE VEJEZ

 

En la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México – ENADIS 2010, realizada por el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM, 2011) se consultaron las percepciones de 52 095 adultos mayores y se identificó que  9% de los participantes reportó sentirse en riesgo constante de sufrir las consecuencias negativas de prejuicios, con consecuencias tales como el desempleo, abandono, negación de oportunidades y derechos fundamentales. La misma fuente  informó que 27.9% de los mayores han  sentido alguna vez que sus derechos no han sido respetados por su edad, 40.3%  describe como sus problemas principales los económicos, 37.3% la enfermedad, el acceso a servicios de salud y medicamentos, y 25.9% los laborales. Hasta el momento no existe una convención internacional de las Naciones Unidas sobre los derechos de las personas de edad, que sistematice y establezca mecanismos específicos de protección, a pesar de que hay toda una agenda a nivel internacional para elaborarla (Rodríguez- Piñero, 2011). 



Para efectos del presente documento, se consideran como necesidades sociales las  cinco categorías de derechos fundamentales reconocidas en los Principios referidos, pues éstas han sido los rectores que guían actualmente el enfoque de derechos de la tercera edad, tanto a nivel internacional como en  el plano nacional mexicano; dichas categorías plantean las siguientes necesidades sociales de los adultos mayores (ONU, 1991):

 

          Independencia, como condición que posibilite los medios necesarios para la subsistencia, sea con la autosuficiencia de ingresos o con el apoyo familiar y/o comunitario; además, las personas de edad deben poder decidir el cese de sus actividades laborales, tener acceso a programas educativos, posibilidad de vivir en entornos seguros y adaptables a sus preferencias personales y vivir en su propio domicilio por tanto tiempo como sea posible.

          Participación, que implica integración social, intervención activa en la formulación y la aplicación de las políticas que les afecten directamente y que puedan compartir  sus conocimientos y experiencias con otras generaciones; los adultos mayores deben tener oportunidad de prestar servicio a la comunidad y de trabajar como voluntarios en puestos apropiados a sus intereses y capacidades, así como formar movimientos o asociaciones de personas de edad avanzada.

          Necesidad  de cuidados y protección de la familia y la comunidad, mediante servicios de salud, sociales y jurídicos. Asimismo, las personas mayores deben tener acceso a la atención institucional que les provea de protección, rehabilitación y estímulo psico-social. El disfrute de sus derechos no deberá restringirse en caso de vivir en instituciones de asilo, en donde se les deben dar cuidados y tratamientos, respetando su dignidad, creencias, necesidades e intimidad, así como respetar su derecho a decidir sobre su cuidado y calidad de su vida.

          Autorrealización, la cual supone que los adultos mayores deben tener oportunidades para desarrollar plenamente su potencial, mediante el acceso a los recursos educativos, culturales, espirituales y recreativos.

          La quinta necesidad social, y no menos importante, es la de vivir con dignidad y seguridad, de no ser explotados ni recibir maltrato físico o mental, independientemente de su edad, sexo, raza, discapacidad u otras condiciones.

La dependencia funcional entre mayores mexicanos es progresiva, de manera que el INEGI (2012) calculó cifras del 28.1% de dependencia para el año 2030 y hasta de un 50% para el año 2050; de acuerdo a la misma fuente, para el año 2050, una cuarta de la población total nacional será adulta mayor, de manera que los  estimativos sobre dependencia escalan en importancia.

 


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